Dulce Huracán:
Ayer recibí una misiva de tu abogado donde
me invitaba a enumerar los bienes comunes, con el fin de comenzar el proceso de
disolución de nuestro vínculo. A continuación te remito dicha lista, para que
puedas solicitar la certificación al Notario y tener listos todos los escritos
antes de la comparecencia ante el tribunal.
Como verás, he dividido la lista en dos partes. Básicamente,
un apartado con las cosas de nuestros años juntos con las que me gustaría
quedarme y otra con las que te puedes quedar tú. Para cualquier duda o
comentario, ya sabes que puedes llamarme al teléfono de la oficina (de nueve a
seis) o al móvil (hasta las diez, sabes que duermo temprano) y estaré encantado
de repasar la lista contigo.
COSAS QUE DESEO CONSERVAR:
- La carne de gallina que salpicó mis antebrazos cuando te vi por primera vez en aquel bar, al ritmo de un jazz.
- El leve rastro de perfume que quedó impregnado en mi ropa después que nos despedimos con un abrazo.
- El movimiento de cabeza con el que aceptaste mi invitación a volvernos a ver.
- La mancha de rímel que dejaste en mi almohada la noche que por fin dormimos juntos.
- La promesa de que yo sería el único que besaría la constelación de pecas de tu preciosa piel.
- El mordisco que dejé en tu hombro aquella vez que nos dejamos llevar por la locura de las hormonas.
- Las gotas de lluvia que se enredaron en tu pelo aquella noche que caminamos juntos las calles de Buenos Aires y no nos importó en absoluto.
- Todas las horas que pasamos mirándonos, besándonos, hablando y tocándonos. (También las horas que pasé simplemente soñando o pensando en ti).
- El ringtone que suena en mi despertador donde cantas Jenny of Oldstones a capella.
- Las noches de verano que fueron testigos de nuestras manos aferradas, en cualquier bar de San Telmo.
- La dulce melodía de tu risa cada vez que alegraba tu preciosa existencia con un tonto disparate.
- La cicatriz que quedó en mi espalda aquella vez que la lujuria pudo más que la razón.
COSAS QUE PUEDES CONSERVAR TÚ:
- Aquellos besos fríos e insípidos, cuyo ingrediente principal era la rutina.
- El sabor acre de los insultos y reproches.
- La sensación de angustia al estirar la mano por la noche para descubrir que tu lado de la cama estaba vacío.
- Las veces que estabas sin estar.
- Mis intentos por alegrarte cuando estabas triste.
- Las náuseas que trepaban por mi garganta cada vez que despertaba en la madrugada y estabas chateando.
- El cosquilleo de mi sangre pudriéndose cada vez que me comparabas con él.
- Las lágrimas que me tragué cuando vi aquellos mensajes que conservabas con él, siendo la misma que eras conmigo.
- Los viernes que te enojabas y desaparecías hasta el lunes.
- El electrizante escalofrío que recorrió mi espalda aquella vez que me llamaste por el nombre de tu ex.
- Las medias de malla que creí que estrenabas para mi.
- Los celos que te provoqué por cosas que cotidianamente tú también hacías.
- Las cartas y tarjetas que te hice a mano para hacerte entender que eras el amor de mi vida.
- Las veces que revisaste mi teléfono, aun cuando el tuyo tenía clave.
- El anillo de compromiso que aquella noche de abril, arrodillado, te di.
- Las madrugadas en que te busqué y no estabas, y cuando fui a escribirte, sorpresivamente estabas en línea.
- Las veces que olvidaste nuestro mesario.
- Ian y Emma… Los nombres que nos gustaban para los hijos que nunca llegamos a tener.
Con respecto al resto de objetos que hemos adquirido y
compartido durante nuestro tiempo juntos (utensilios, cosas para la casa que planeamos
tener, tonterías, etc) solo comunicarte que puedes quedártelos todos. Al fin y
al cabo sólo son eso:… cosas. Por último, recordarte que tienes mi número, para
que podamos concretar una reunión y poder devolverte tus cosas.
Afectuosamente,
Rafael